Imaginate que el
presidente de tu país vecino (que también decide sobre tu país)
determina que si algún miembro de tu familia está involucrado en un
hecho “terrorista” (según
sus parámetros),
o simplemente lo identifican como “peligroso o amenazante”
(ponele el nombre que quieras) primero se va a encargar de que tu
hijo no tenga ningún derecho humano a ser procesado, porque él
decide cuando y quien va a matarlo, segundo, imaginate que por ser
padre, madre, hermano, hermana de quien es “acusado” te llega una
orden que dice que tu casa va a ser demolida.
Ahora imaginate que
luego de recibir la orden tratás de hacer tu reclamo, con tu abogado
personal, golpeás las puertas de todos los organismos que “defienden
tus derechos”, igual así el más alto organismo falla en tu
contra. ¿El resultado? Matan a balazos a tu hijo, hermano, amigo y
a los tres meses tu casa es demolida.
Suena fuerte, injusto,
aplastante, se siente sangriento, desgarrador. Pero así fue.
Dolorosamente, en los Territorios Palestinos Ocupados, asi es.
Volviamos de la caminata
de la mañana, paramos a comprar almendras y miel, cuando recibí una
llamada de Ghassan. Me saludó y dijo que debíamos cancelar el plan
para la mañana que era visitar el pueblo de Jalud. Le pregunté cual
era el motivo y me contó que la casa que había recibido una orden
de demolición dos semanas atrás había sido demolida durante la
noche. Mis compañeras me preguntaron que había pasado, creo que mi
cara se transformó.
El 01 de enero,
recibiendo el nuevo año, nos habíamos acercado hasta el pueblo de
Surda, luego de leer en las noticias que la familia Halabbi había
recibido
una orden de demolición el 28-12-15 que decía que en 10 días su
casa sería demolida. La familia ya no estaba en el lugar, se había
mudado en octubre a Ramallah.
La casa tenía pegadas
varias fotos de Mohammed, un pibe de 19 años que
fue acusado de matar a dos colonos Israelies el 3 de octubre en la
Ciudad Vieja de Jerusalén, el mismo día del hecho los soldados
israelíes lo mataron.
Estuvimos un rato en el
barrio, tomamos
algunas fotos y nos retiramos.
Casa de la familia Halabbi |
Leimos sobre lo ocurrido
y supimos que Benjamin Netanyahu, el actual presidente de Israel
determinó en octubre pasado que las casas de las familias en las
cuales sus hijos se encuentren involucrados en algún incidente
serían demolidas.
La mañana del 09 de
enero, luego
de recibir el llamado,
fuimos hacia la casa en Surda. Bueno, en realidad no nos encontramos
con la casa, nos encontramos con un montón de escombros, con una
casa demolida. Mis ojos no entendían lo que veían, la Pau, la de
ahora, no aceptaba esa realidad.
Nos bajamos y
encontramos a la madre de Mohammed, alugnos familiares y vecinos,
quienes nos dieron algunos datos sobre la demolición la noche
anterior. Registramos todo: horario, cantidad de topadoras, cantidad
de soldados, el corte de la ruta, los nombres de los familiares
afectados. Tomamos fotos.
Y yo seguía en una
especie de “shock” me negué una y otra vez a aceptar eso como
“normal”. Traté de darle mis condolencias a un familiar y me
dijo que no queria ningún tipo de condolencias, que esta es la vida
bajo la ocupación.
-”¿Nos demuelen la
casa? Después de matar a Mohammed, también nos demuelen la casa.”
Decía a gritos el padre cuando llegó.
Estuvimos un rato ahi,
no se el tiempo exacto, sentí que fue una eternidad. No sabía si mi
presencia, si nuestra presencia estaba colaborando en algo en esa
situación. Veía como llegaban los canales locales, los periodistas
abalanzándose sobre los familiares para entrevistarlos. Miraba sus
ojos, trataba de ponerme en esos zapatos, en esos corazones, y no
podía. Mientras eso sucedía, un pibito de 5 años, el primo de
Mohammed plantaba la bandera palestina al lado de la foto, en medio
de los escombros. Otro pibe buscaba banderitas y las colgaba
alrededor.
Ghasan nos preguntó si
queríamos saludar a la madre, estábamos con Emilia, una compañera
del placement de Belén y con Francisco. No me
salió ninguna palabra. Solo la abracé.
Nos despedimos. Volvimos con todos esos datos para reportarlos.
La mamá de Mohammed observando su casa demolida |
Matan a tu hijo, a tu
hermano, a tu amigo. Te demuelen la casa. Te destruyen eso que
construiste durante
años junto
con tu familia. No solo te demuelen por fuera sino que también te
demuelen por dentro.
Matan a mi hermano, a mi
amigo. Me demuelen mi casa. Me destruyen lo que construí. Me
demuelen por fuera, pero también me demuelen por dentro.
Hoy nos enteramos que
los vecinos y amigos de la familia están haciendo una colecta en
diferentes pueblos para construir una nueva casa. La vida volviéndome
a sorprender. La solidaridad ahí, acá, envolviéndonos como en un
abrazo esperanzador.
Reiteradas veces escuché
en estos días que lo anormal aquí se vuelve normal. Y yo sigo sin
aceptarlo. Me niego No deseo esta situación para ninguna
persona. No quiero justificar ninguna muerte. Cuando se meten con uno se están metiendo con todos. Acá.
En las recientes represiones en Argentina. No puedo dejar
de entenderme como parte de esta humanidad. No soy un individuo
aislado. Y no me refiero solo a mi comunidad más cercana. Hablo de
dejar de mirarnos el ombligo. Levantar la cabeza. Observar alrededor.
Identificar las injusticias y una vez identificadas ponernos de pié.
Pensar juntos. ¿Qué nos hace creer que esta situación como tantas
otras no se va a terminar? Eso quiere este maldito sistema, la
individualidad, la indiferencia, mantenernos dormidos, acostumbrados, resignados. Pero no. No será asi entre
nosotros. Varios maestros caminaron estas tierras y nos dejaron sus
enseñanzas, sus luchas. Cada vez que leemos la Biblia nos
encontramos con esa historia, con estas historias. No olvidaremos a
ellos y ellas que también lucharon por la liberación de los sistemas de
opresión y de injusticia. Estamos acá, estamos allá, unidos y de pié.
Paula Fogel
11-01-2016
Yanoun-Territorios Palestinos Ocupados